domingo, 16 de mayo de 2010

La Economía Neoclásica y la Tríada del Mal

(© Louis Hellman, 1988.)

in-NOVA-dores,

Ayer en la clase de Fernando quería hacerles un comentario, pero era tarde y estábamos cansados, así que preferí dejarlo para después.

Es esto: hemos visto que la aplicación de la racionalidad numérica pura a la economía lo único que produce es la deshumanización de la misma.


Y eso me hizo acordarme de algo que leí hace algún tiempo. Deben haber escuchado de Daniel Goleman, autor de varios libros y creador del concepto de “Inteligencia Emocional”.

Hablando sobre la naturaleza de la maldad humana, Goleman define tres tipos de personalidad, que define colectivamente como la Tríada del Mal: el Narcisista, el Maquiavélico, y el Sociópata.


Breve definición.

- Narcisista: aquél que está tan enamorado de sí mismo, tan absorto en su propia contemplación, que es incapaz de percibir las necesidades y las emociones de quienes lo rodean.

- Maquiavélico: es la persona convencida de que “el fin justifica los medios”; aquella persona que está dispuesta a todo con tal de obtener lo que quiere.

- Sociópata: es la persona que está tan profundamente alienada, que es incapaz de reconocer a las otras personas como exactamente eso: otras personas. En su cabeza, un ser humano es un objeto. Tiene la misma valoración que una mesa, una silla, o un florero. No es capaz de reconocer que eso que observa tiene vida e individualidad, mucho menos pensamiento y sentimientos.

Es ésta última condición la que padecen los asesinos en serie, los violadores, los genocidas. En entrevistas posteriores a su captura, varios asesinos en serie y violadores han reconocido justamente eso: que fueron capaces de hacer lo que hicieron, simplemente porque no veían a sus víctimas como personas, sino como cosas.

(Hay que entender que no existe tal cosa como la total concordancia con un perfil psicológico. Existen variedades sub-clínicas de las enfermedades mentales. Y pueden haber componentes mínimos de todo esto en el adulto sano.)


Dénse cuenta del común denominador de los 3 perfiles: la progresiva disminución (hasta llegar a la completa ausencia) de Empatía. Esta es, sencillamente, la capacidad de ponerse en los zapatos del otro. La capacidad inherente al ser humano de conectarse con las emociones (entre ellas el dolor) de otros seres humanos.

Esta capacidad es observable en especies inferiores: cuando un animal gregario detecta a su depredador manifiesta síntomas de stress, los cuales, al ser interpretados por el resto de la manada, le permiten a ésta ponerse a salvo. Goleman presume que esta capacidad de conexión emocional jugó un papel importante en la supervivencia y el desarrollo de la especie humana.


La raíz del Mal, entonces, se encuentra en la incapacidad (congénita o aprendida) de conectarse emocionalmente con los semejantes.


La tesis que quiero proponer es la presencia de trazas de malignidad en los razonamientos y postulados del enfoque ortodoxo (neoclásico) de la Economía contemporánea.

Cuando se idealiza el libre mercado (sobre todo en las condiciones propias de una nación subdesarrollada), y se postulan como imprescindibles las condiciones necesarias para su funcionamiento, se corre el riesgo de incurrir en modelos económicos que fomentan la desigualdad, el desempleo y la miseria.

Los policy-makers detrás de estos modelos presentan una clara incapacidad para establecer vínculos empáticos, y ello se manifiesta en los perfiles propios de la Tríada del Mal:

- Narcisismo: idealización de la perfección abstracta de sus modelos econométricos y de los "impecables" razonamientos subyacentes.

- Maquiavelismo: defensa a ultranza del modelo de libre mercado (en economías no preparadas para asumirlo), a pesar de sus efectos adversos sobre el bienestar de la población, especialmente de aquella en situación de mayor vulnerabilidad.

- Sociopatía: incapacidad para comprender que esas estadísticas, esos puntos porcentuales, esos indicadores abstractos lo que en realidad representan son seres humanos que sufren y mueren.

La principal razón para hablar del Post-capitalismo, entonces, no es la tesis de Drucker (del establecimiento del conocimiento como el principal factor de producción, por encima del capital y el trabajo) sino el estrepitoso fracaso ético del Capitalismo.

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Algunas aclaraciones.

- Este post no pretende ser una apología al Socialismo, sino simplemente desnudar y poner en evidencia el hecho que, cuando se establecen políticas económicas para países subdesarrollados, la libertad de acción del mercado debe estar supeditada siempre al bienestar de la población. Un enfoque duro, puramente racional, sencillamente no funciona.

- No he recibido instrucción formal en psicología y no pretendo adjudicarme conocimientos que no poseo. El artículo escrito arriba lo postulo desde mi comprensión del texto de Goleman. A quien el tema pueda interesar, le ruego dirigirse directamente a la fuente: “La Inteligencia Emocional”, Daniel Goleman.

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Segunda entrada.

Representación en los medios y las artes.

Si quieren darle un cuerpo a estos conceptos, piensen en el género literario conocido como “utopía negativa” (1984, Un Mundo Feliz, Fahrenheit 451) y sus derivaciones cinematográficas (Metrópolis, Minority Report, Yo Robot, etc.) . La "utopía negativa" lo que postula es que la búsqueda de sociedades perfectas invariablemente deviene en sociedades de control, donde en aras del bien común se suprimen las libertades individuales (chuzadas del DAS, déjà vu?).

Para un ejemplo en una persona, piensen en el Arquitecto de la película Matrix en la tercera edición de la saga (la contraparte maligna del Oráculo). En lo que puede devenir un ser humano obsesionado con un modelo social de orden y perfección, en ausencia de emociones, de bondad, de compasión.

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Créditos de la imagen. "Architecture for Beginners", de Louis Hellman, editorial Writers and Readers, página 170.

Me encanta esa caricatura. El lápiz del arquitecto convertido en Godzilla, el monstruo destructor. (Cualquier parecido con la Bogotá de Samuel Moreno no es intencional, lo juro).

Es una crítica descarnada a la arrogancia del arquitecto (en este caso el urbanista) promedio.

No sólo los arquitectos padecemos esa enfermedad...

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